Retomando estas líneas postergadísimas, más vale arrancar con un “Como decíamos ayer…”.
Como decíamos ayer, por las calles de Paris se puede auscultar en sus diversos barrios y facetas tanto los emblemas de su cultura oficial y sus íconos nacionales como también la trama de una convivencia que se pretende multicultural pero que no puede esconder esa tensión que por momentos se respira en el ambiente. Es esa tensión de quienes se desconfían mutuamente, destacando sus diferencias, tironeados entre actitudes integracionistas y segregacionistas.
Como dijo una vez un pariente “Hay religiones que me molestan… y otras que no me molestan”, a propósito del velo en las mujeres islámicas y su “disimulada” incomodidad ¿qué será? ¿Lo hará sentirse interpelado en cuanto a sus costumbres?
Por otra parte, muchas veces quienes se proclaman “ciudadanos del mundo”, incluso algunos universalistas de buena voluntad, suponen implícitamente que su propia cultura es parte del centro de ese universo, repartiendo inconscientemente los roles entre centrales y periféricos dentro de ese supuesto universo de todos. Creo que difícilmente el habitante de un recluido pueblo chico se declare ciudadano del mundo, a diferencia de algún ciudadano de una gran urbe receptora de múltiples “afluentes”.
Como bien escribió George Orwell con triste cinismo: “SOMOS TODOS IGUALES, PERO ALGUNOS SON MÁS IGUALES QUE OTROS”
No hay comentarios:
Publicar un comentario