martes, 25 de enero de 2011

ESA INSANA ENVIDIA LLAMADA TGV



Señoras y señores, con ustedes: el TGV. ”Train à grande vitesse” o tren de Alta velocidad. Mi primera reacción es de asombro y admiración, por su buen mantenimiento y servicio además de sus 300km por hora de velocidad. Sin embargo, hay algo más que me parece notable: la preservación del sistema ferroviario en general, tanto del TGV como del tren común, conectando localidades grandes y chicas de diferentes provincias a lo largo y ancho de Europa. En sucesivos viajes, pude encontrar terminales de trenes donde se cruzan las líneas, donde el trasbordo implica apenas unos pocos metros entre tren y tren.

Esto trae a cuento una vez más el debate sobre lo que se supone representa el “progreso” o “el pasado”. Yo no sé si habrá sido por lobby de las empresas petroleras o de la industria automotriz, pero de alguna manera en la segunda mitad del siglo XX la clase dirigente en todo el continente Americano aceptó esa increíble campaña de desprestigio del tren, desconsiderando que en definitiva es el transporte público más seguro, efectivo, ecológico, económico e integrador de las regiones. Resulta inconcebible pensar que en Argentina, al igual que en otros países de la región, con el cuento de la modernidad se desmantelaron líneas enteras, se abandonaron talleres y se redujo a una mínima expresión todo un sector productivo. Por eso mi insana envidia… no me vengan con el cuento de la “sana envidia”: Yo también quiero el tren.

Para los interesados, les recomiendo el excelente documental de Fernando “Pino” Solanas que aborda este tema, titulado “La próxima estación”.

Mientras tanto, los ciudadanos de a pie tendremos que inventar nuestro propio lobby para recuperar algún día el tren que tanto nos merecemos por mil razones, pero especialmente por lograr una integración de las regiones que pueda contrarrestar el gran desbalance regional expresado en la concentración existente en las grandes ciudades.

DE LA CULTURA AMBIENTAL A LA POLÍTICA ECOLOGISTA


Como decíamos recién, existe en buena parte de la población francesa una progresiva consciencia de pertenencia a un medioambiente al que indefectiblemente hay que cuidar.

Este estado de consciencia no surge de la nada. En Francia, la simpatía general de la opinión pública por la cuestión ambiental se da gracias a una cultura de consumo que no es compulsivamente consumista, sin priorizar lo material por sobre el resto. Por el contrario, con cierta discreción en el uso y exposición de lo que cada uno tiene hacia los demás. Como dijo una nueva amiga en referencia a su propia familia: “Ya éramos ecologistas sin saberlo”.

Me animaría a decir que por lo general un francés no haría alarde de todo lo que tiene… pero sí de todo lo que sabe. Volviendo al tema, estas graduales modificaciones en la percepción no son por casualidad. Más allá de las conclusiones individuales de cada ciudadano, existe un aparato mediático que instala esta temática desde hace tiempo. Uno de los mayores exponentes es un periodista/documentalista bastante mediático que participó de las últimas elecciones presidenciales tratando de establecer un consenso entre los diferentes candidatos hacia el denominado "Pacto Ecológico", destinado a instalar una serie de medidas proteccionistas. Me refiero a un hombre llamado Nicolas Hulot.

De hecho, la imagen que encabeza este post corresponde a un libro de fotografías de su autoría titulado La terre vue du ciel (“La tierra vista desde el cielo”). Esta obra está relacionada con un famoso documental reciente, realizado por un tal Yann Arthus Bertrand. Ahí va una muestra gratis: http://www.youtube.com/watch?v=YeTNJglInfc

Sin embargo, no todo es consenso en torno al tema de la ecología. La figura de Nicolas Hulot cuenta con varias resistencias y cuestionamientos por considerarlo algunos muy negociador con las empresas contaminantes, otros muy sensacionalista y regresivo sobre las actuales condiciones de vida… no es de sorprender que resulte perturbador para muchos el cuestionamiento a las bases sobre las que se apoyan nuestras formas de vida, en especial para las generaciones más grandes.

Si abordamos la política partidaria en este tema, entendemos cómo estos procesos sedimentaron para que se creara y consolidara gradualmente una corriente como el Partido Verde en Francia, o mejor dicho “Los Verdes”. Este fenómeno, de alcance continental, también se da por el agotamiento de los viejos partidos tradicionales en representación de sus antiguos votantes.




Aparentemente, Los Verdes son hoy por hoy expresiones de un movimiento “políticamente correcto”, que logró la adhesión de figuras extrapartidarias y que genera la simpatía de la opinión pública, tal vez más que su capacidad de ganar una elección. Debo decir que no me sorprende si nos referimos a un partido centrado en un tema exclusivo.



¿Les suena el nombre de Daniel Cohn-Bendit? El líder del Mayo del 68, el mismo. Lo apodaban Dany, le rouge (Dani el rojo). Parece que el tiempo lo fue destiñendo, hoy día es uno de los líderes de Los Verdes, flamante diputado en el Parlamento Europeo.

Con esto que les cuento, podríamos deducir que el ecologismo es una variante más de los partidos de izquierda. Sin embargo, al empaparse uno en el tema descubre nuevos matices. Resulta que existen corrientes de izquierda y de derecha entre los ecologistas. Crease o no, la diferencia está trazada en torno la relación con la industria y la perspectiva sobre el denominado progreso y la sustentabilidad. Los primeros, denominados “decrecientes”, consideran que hay que reducir la actividad industrial y limitar el consumo de productos contaminantes. Los segundos, consideran que la marcha de la producción y del consumo es irreversible, por lo tanto se deben implementar controles y medidas de contención sin atentar contra las condiciones productivas. Como expresión de un conflicto global, no sería de extrañar que en el futuro se vayan creando y desarrollando nuevos partidos ecologistas en Latinoamérica.






Así es como llegamos a la trampa del progreso, que nos lleva a concluir con algunos interrogantes abiertos ¿Qué significa el progreso? ¿Apenas un sinónimo sesgado y malinterpretado del concepto de crecimiento económico? Y en ese caso ¿qué es crecimiento? ¿una simple suba en la producción y el consumo?... y si los países periféricos quisiéramos tener las mismas condiciones de vida que los países centrales ¿seríamos acusados por los mismos ecologistas de esos países centrales?... mejor dicho ¿se pueden mejorar las condiciones materiales de vida sin afectar el medioambiente ni concentrar recursos de la periferia al centro entre las distintas regiones? pero si además tenemos en cuenta la hambruna y pobreza de nuestra región ¿no deberíamos asumir ese costo con el propósito de abastecer a toda la población? o sino ¿no habría que replantearnos globalmente nuestra forma de consumir cada producto y el límite entre las necesidades vitales y lo sobrante? mmm... complicado, esto. Al denominado "mercado", como si fuera un ente abstracto, no le gustan estas preguntas.
Por último ¿estamos ante un problema técnico o un problema político?

Al final, en los productos que consumimos o dejamos de consumir entra en juego inevitablemente algo tan tan trascendente como los juegos de poder mundial, la movilización de los recursos y la sustentabilidad de un planeta.

domingo, 23 de enero de 2011

CUIDANDO LO QUE ES DE TODOS


Señoras y señores, ante las recurrentes adversidades en la circulación por la vía pública ha llegado un invento revolucionario en el área de transporte. Llegó para demostrarles la forma más económica, ecológica, saludable y ágil ante las dificultades del tráfico en cualquier ciudad congestionada, como Paris.

Con ustedes…


¡LA BICICLETA! Sí, la de siempre, eso nomás… pero presten atención a su similitud entre sí. Hay un detalle: ¡Son bicicletas públicas! Sí, leyeron bien. Quiere decir que no tienen UN dueño… oficialmente es de la municipalidad, pero en realidad es de todos y está asumido y cuidado así por todos, por eso funciona. (Aplausos)

El sistema es que hay numerosos espacios por toda la ciudad como “estacionamientos de bicicletas” en los que se encuentran bloqueadas las bicis, de donde se las retira luego de acreditar un débito por una tarjeta. Luego esas mismas bicicletas serán depositadas en algún otro lugar parecido para ser usada por otro conciudadano. No puedo disimular mi admiración por una medida así…

pero antes de ahondar en esto pasemos a otro flash:

¿Qué ven? Este cartel indicativo da instrucciones para una práctica cotidiana muy afianzada desde hace varios años: Hacer “el tri”. Se trata de algo tan sencillo como separar la basura en tres, aparte de lo orgánico: a) plásticos y latas. B) vidrios. C) papeles. Se supone, obviamente, que la selección y clasificación de la basura permite mejor su reciclaje. Algo taaaan sencillo y sin embargo todavía no incorporado por nuestras tierras sureñas.

Ambas cosas dan cuenta de algunas particularidades interesantes para tener en cuenta.

Podría deducir que en Francia en particular, y probablemente en buena parte del continente, existe una conciencia de saturación en relación con el medioambiente. Es decir: Ya son demasiados los desechos industriales y domésticos acumulados, ya es demasiada la contaminación por combustión de los autos, incluso ya son demasiadas las tierras agotadas por siglos de cultivo y extracción de nutrientes. Aún más, ya son demasiados los habitantes para las necesidades de consumo de agua y gas, por ejemplo. La humanidad en los países centrales es también sumamente expoliadora de los recursos naturales simplemente por el tren de vida que llevan. Tal vez el reconocimiento a esos problemas comunes los hayan llevado a ese consenso sobre las posibles medidas que se pueden tomar desde el propio hogar.

En nuestro caso, me animaría a decir con bastante pena que todavía nos sentimos aletargados por el signo de la abundancia. En muchas partes de Latinoamérica nos “sobran” los bosques, los ríos, las tierras, los minerales… tal vez por eso mismo perdemos conciencia de todo lo que tenemos que cuidar. Esta región latinoamericana se desarrolló bajo el signo de la rapiña, del saqueo en función de las necesidades de varios países centrales… y nos dejó una tara histórica de la que somos parcialmente cómplices. Habrá que aprender a cuidar tanto de una bicicleta como de los deshechos y de nuestros propios recursos naturales ¿no les parece?

Volviendo a Francia, hasta acá hablamos de lo social individual, lo doméstico... pero estos hábitos sociales nos llevan inevitablemente a la política. Eso ya es otro post.

FRANCIA Y SUS DILEMAS: El mundo y la tribu


Retomando estas líneas postergadísimas, más vale arrancar con un “Como decíamos ayer…”.

Como decíamos ayer, por las calles de Paris se puede auscultar en sus diversos barrios y facetas tanto los emblemas de su cultura oficial y sus íconos nacionales como también la trama de una convivencia que se pretende multicultural pero que no puede esconder esa tensión que por momentos se respira en el ambiente. Es esa tensión de quienes se desconfían mutuamente, destacando sus diferencias, tironeados entre actitudes integracionistas y segregacionistas.

Como dijo una vez un pariente “Hay religiones que me molestan… y otras que no me molestan”, a propósito del velo en las mujeres islámicas y su “disimulada” incomodidad ¿qué será? ¿Lo hará sentirse interpelado en cuanto a sus costumbres?

Por otra parte, muchas veces quienes se proclaman “ciudadanos del mundo”, incluso algunos universalistas de buena voluntad, suponen implícitamente que su propia cultura es parte del centro de ese universo, repartiendo inconscientemente los roles entre centrales y periféricos dentro de ese supuesto universo de todos. Creo que difícilmente el habitante de un recluido pueblo chico se declare ciudadano del mundo, a diferencia de algún ciudadano de una gran urbe receptora de múltiples “afluentes”.

Por último, les dejo un detalle bastante ilustrativo de aquellos días. Justamente en Septiembre de 2009, un campamento de inmigrantes de origen afgano en tránsito hacia Inglaterra estaba siendo desmantelado por orden del gobierno francés... Ahí va un artículo.

Como bien escribió George Orwell con triste cinismo: “SOMOS TODOS IGUALES, PERO ALGUNOS SON MÁS IGUALES QUE OTROS”