En la tarde primaveral de Belleville, uno de los barrios árabes de Paris, los minutos pasaban sin que mi demorada llegada pudiera acabar con la tediosa espera de mi amigo Renaud. En ese entonces, ante mis recurrentes demoras, mi amigo se encontró ante un panorama que de a poco se fue volviendo más hostil… digámoslo así, la policía circula con mucha frecuencia por la zona y realiza controles de papeles a los transeúntes, no sé si por el delito de “portación de cara” o por alguna otra razón. Por ese motivo, para muchos habitantes del barrio, la presencia de un joven vestido de civil en una esquina también se vuelve sospechosa. A tal punto que podría ser tomado como un espía, un policía encubierto. En síntesis, mi amigo se estaba sintiendo observado con desconfianza... y muy incómodo.
Finalmente, mi llegada logró descomprimir el momento y así retirarnos en busca de algún bar. La vuelta por el barrio fue una ocasión para descubrir esa faceta de la ciudad que no se ve en los museos ni los grandes monumentos, una faceta mucho más viva, más vital… que recrea, como un espejo nuevo, el reflejo de otro rostro propio de la ciudad.
Al despedirnos, luego de contemplar los muros pintados y recreados por adolescentes graffiteros, emprendí el regreso caminando por el Boulevard de Belleville. En ese trayecto me encontré con un cartel:
Finalmente, mi llegada logró descomprimir el momento y así retirarnos en busca de algún bar. La vuelta por el barrio fue una ocasión para descubrir esa faceta de la ciudad que no se ve en los museos ni los grandes monumentos, una faceta mucho más viva, más vital… que recrea, como un espejo nuevo, el reflejo de otro rostro propio de la ciudad.
Al despedirnos, luego de contemplar los muros pintados y recreados por adolescentes graffiteros, emprendí el regreso caminando por el Boulevard de Belleville. En ese trayecto me encontré con un cartel:
(trabajadores indocumentados en huelga por su regularización. Aporte su apoyo. Firme el petitorio)
Se trataba de unos jóvenes de origen africano haciendo una colecta para un fondo de huelga. Su presencia no me pareció muy llamativa para los peatones, pero reconozco que por mi parte estoy demasiado acostumbrado a asociar muchas protestas o llamados de atención público con la interrupción del tránsito. Ni más ni menos, reflejos de los propios códigos que saltan al contrastarlos con otros.
Finalmente, antes de dejar el barrio, se me presentó una situación que traté de fotografiar con bastante dificultad.
Me comentaron que el joven detenido había insultado a los policías. No tengo idea de la situación previa, pero al menos puedo decir que hay una presencia y una mirada policial vigilante… una vez más, en mi opinión, un signo de temor social.
Sería muy parcial, aún más de lo que soy, no hacer una brevísima mirada histórica para llegar a este presente. No basta con decir que en los 60 y los 70 hubo políticas de recepción de migrantes venidos de las excolonias para los trabajos menos calificados y peor pagos, tampoco que a fines de los 70 se favoreció el reagrupamiento familiar de los padres separados de sus esposas e hijos; tampoco basta con decir que se construyeron complejos habitacionales como los HLM (vivienda de alquiler moderado, en francés) donde se los ubicó en los barrios periféricos de Paris… todo eso no basta. Faltaría decir que esos primeros migrantes llegaron a un país nuevo con la voluntad de insertarse aunque sea en el estrato más bajo de la sociedad. Luego, con el nacimiento y crecimiento de las siguientes generaciones, se encontró en muchos casos una descendencia que no logró superar mucho más la escasa integración social de sus padres, algo visible en sus condiciones educativas y laborales. La diferencia dada con estas nuevas generaciones no insertas es que el rencor se convierte en un “fermento” ineludible para una nueva violencia urbana que se percibe… y desencadena fenómenos conmocionantes, como los incendios de autos de hace unos años.
Es curioso. Hace unos 15 años, hubo una película llamada “La Haine” (El Odio) que describía la historia de tres jóvenes en situación de marginalidad. En su momento podía parecer un poco fatalista; sin embargo el tiempo le dio la razón, infelizmente.
http://www.youtube.com/watch?v=zKPvOy3tLG4
Desde hace un tiempo, se viene gestando un proceso de formación de ghettos en los barrios periféricos de las grandes ciudades francesas que dan muestra de problemas sociales, problemas que combinan elementos religiosos, étnico-raciales, socio-económicos y políticos. Cuando sucedieron los incendios, una de las chispas encendidas para el estallido social fue la denigrante expresión del actual presidente Sarkozy acerca de la “racaille” (escoria) que había que correr. Sin embargo, dos años después la mayoría del electorado francés lo votó, como un posible signo sintomático o un consenso mayoritario de la opinión pública sobre la inserción de estos jóvenes.
Yo no me animaría a decir sin embargo que este sea un país manifiestamente racista. Es mas bien una paradoja que sucedan estas cosas en un lugar donde existe bastante interés y difusión por toda manifestación cultural no europea. A lo largo de la historia, desde Gauguin a Manu Chao, son incontables los casos de franceses atraídos y dedicados a mostrar la “otredad” al mundo europeo occidental.
Es más me animaría a decir que, hoy por hoy, indiscutiblemente África está presente en la cotidianeidad de Europa, en las comidas, en el uso de las lenguas, en el culto a Zinedine Zidane, etc.
Sería muy parcial, aún más de lo que soy, no hacer una brevísima mirada histórica para llegar a este presente. No basta con decir que en los 60 y los 70 hubo políticas de recepción de migrantes venidos de las excolonias para los trabajos menos calificados y peor pagos, tampoco que a fines de los 70 se favoreció el reagrupamiento familiar de los padres separados de sus esposas e hijos; tampoco basta con decir que se construyeron complejos habitacionales como los HLM (vivienda de alquiler moderado, en francés) donde se los ubicó en los barrios periféricos de Paris… todo eso no basta. Faltaría decir que esos primeros migrantes llegaron a un país nuevo con la voluntad de insertarse aunque sea en el estrato más bajo de la sociedad. Luego, con el nacimiento y crecimiento de las siguientes generaciones, se encontró en muchos casos una descendencia que no logró superar mucho más la escasa integración social de sus padres, algo visible en sus condiciones educativas y laborales. La diferencia dada con estas nuevas generaciones no insertas es que el rencor se convierte en un “fermento” ineludible para una nueva violencia urbana que se percibe… y desencadena fenómenos conmocionantes, como los incendios de autos de hace unos años.
Es curioso. Hace unos 15 años, hubo una película llamada “La Haine” (El Odio) que describía la historia de tres jóvenes en situación de marginalidad. En su momento podía parecer un poco fatalista; sin embargo el tiempo le dio la razón, infelizmente.
http://www.youtube.com/watch?v=zKPvOy3tLG4
Desde hace un tiempo, se viene gestando un proceso de formación de ghettos en los barrios periféricos de las grandes ciudades francesas que dan muestra de problemas sociales, problemas que combinan elementos religiosos, étnico-raciales, socio-económicos y políticos. Cuando sucedieron los incendios, una de las chispas encendidas para el estallido social fue la denigrante expresión del actual presidente Sarkozy acerca de la “racaille” (escoria) que había que correr. Sin embargo, dos años después la mayoría del electorado francés lo votó, como un posible signo sintomático o un consenso mayoritario de la opinión pública sobre la inserción de estos jóvenes.
Yo no me animaría a decir sin embargo que este sea un país manifiestamente racista. Es mas bien una paradoja que sucedan estas cosas en un lugar donde existe bastante interés y difusión por toda manifestación cultural no europea. A lo largo de la historia, desde Gauguin a Manu Chao, son incontables los casos de franceses atraídos y dedicados a mostrar la “otredad” al mundo europeo occidental.
Es más me animaría a decir que, hoy por hoy, indiscutiblemente África está presente en la cotidianeidad de Europa, en las comidas, en el uso de las lenguas, en el culto a Zinedine Zidane, etc.
Con todo, en este momento a Sarkozy se le ocurrió hace muy poco una medida sin precedentes que levanta una gran polémica: la creación del “Ministerio de la Identidad Nacional”.
Este debate podría extenderse fuera de las fronteras del país… por eso mismo, en honor a la importancia de semejante tema, será mejor seguirlo luego de pasearnos por otros países del continente.
Continuará.